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La zona donde se encuentra la edificación es un rincón aún auténtico de la campiña veneciana, situado a lo largo de las orillas del Piave, un río sagrado para la patria y protagonista de la historia y la vida agrícola de estas tierras. Onigo, una aldea del municipio de Pederobba, mantiene la atmósfera íntima de los pequeños pueblos, con raíces antiguas y un paisaje caracterizado por la presencia de agua, campos cultivados y bosques de llanura.
El territorio forma parte de la Reserva de la Biosfera MAB UNESCO del Monte Grappa, un reconocimiento que destaca la extraordinaria biodiversidad y la perfecta armonía entre el ser humano y el medio ambiente. A pocos kilómetros de la casa se encuentran las Colinas del Prosecco, que también son Patrimonio de la Humanidad, un continuo de viñedos y paisajes suaves salpicados de iglesias, bodegas y pequeños pueblos que parecen detenidos en el tiempo.
La zona también invita al turismo lento: la ciclovía del Piave, que ya es parcialmente transitable, sigue el curso del río y permite explorar los alrededores con tranquilidad, deteniéndose en una trattoría o en una bodega para degustar los productos locales. A corta distancia se hallan verdaderas joyas del Veneto: Asolo, la “ciudad de los cien horizontes”, Possagno con el Templo y la Gypsotheca de Canova, Maser con la villa diseñada por Andrea Palladio, y el Montello, que antaño fue un bosque de la Serenissima.
En menos de una hora se pueden alcanzar cómodamente ciudades de arte como Treviso, Bassano del Grappa, Castelfranco Veneto, Vittorio Veneto con el barrio de Serravalle y la Abadía de Follina, así como Venecia, Padua y Vicenza, gracias a las conexiones ferroviarias y viales. En invierno, las Dolomitas se recortan en el horizonte y se convierten en un destino perfecto para una excursión de un día. Así, la zona ofrece un equilibrio ideal entre la tranquilidad rural, el encanto histórico y la naturaleza virgen.
*Distancias a vista de pájaro